El de las entradas

domingo, agosto 28, 2005

...el título está en el texto...

¿Para qué Despertar, si el sueño es el único refugio seguro que tienes?
¿Para qué Esperar que las cosas se den, si nunca resultarán como quieres?
¿Para qué Llorar, si las lágrimas no vengarán al que te hizo sufrir?
¿Para qué Imaginar un mañana, si el hoy no lo puedes enfrentar?
¿Para qué Respetar las normas, si los mismos que las crearon te enseñaron a romperlas?
¿Para qué Intentar ser feliz, si estás destinado a no serlo?
¿Para qué Ocultar tus miedos, si el valiente es tan débil como tú?

¿Para qué Comenzar un nuevo día, si te acercas cada vez más a la muerte?
¿Para qué Observar a los demás, si es imposible que seas como ellos?
¿Para qué Necesitar alguien a tu lado, si nunca se entregará a ti como tu lo harás?
¿Para qué Salir a conocer el exterior, si no conoces tu interior?
¿Para qué Cambiar, si tu esencia es la misma?
¿Para qué Ilusionarse, si sabes que la realidad no puede cambiar?
¿Para qué Esquivar las dificultades, si ellas siempre te perseguirán?
¿Para qué Negar tus virtudes, si son ellas las que luchan contra tu enemigo?
¿Para qué Tener una sonrisa alentadora, si no eres capaz de alentarte a ti mismo?
¿Para qué Entender todo esto, si hay cosas que es mejor no entenderlas?

jueves, agosto 04, 2005

Trance Mental

A pesar de que hace mucho que no escribo aquí – y no es por falta de tiempo, sino por flojera- me percaté de que me hacía bien descargarme en unas cuantas banales líneas. Siento que estoy mas suelto para escribir que antes, y se lo debo en gran parte a esto (por lo menos ahora escribo una oración de corrido; un gran avance).
Mientras escucho algo de música dance, que aunque parezca estúpido es una gran inspiradora, gasto un poco de energía creativa en teclear unas cuantas palabras que espero sean bien recibidas por el que las lee.
Bueno, después de esta introducción, os presentaré un pequeño relato que refleja, en parte, lo que me está sucediendo este último año.

No sé que título ponerle... por qué cresta todo tiene que llevar título

Cuatro paredes, dos frazadas y una ilusión, era lo único que poseía el loco. Daba lo mismo donde voltease su mirada: todo era blanco, radiante como el sol que jamás podría volver a ver. A pesar de su soledad, el loco no sentía nostalgia por sus seres queridos; ¿Cómo puede una persona querer a alguien más si se odia a si mismo?.

Pasaba día y noche mintiéndose sin piedad, inventando experiencias y vivencias que estaba conciente de su imposibilidad. Pero era feliz. No existía ser humano cuerdo capaz de sentir el regocijo que experimentaba el loco cada vez que emprendía un nuevo viaje por territorios desconocidos, en donde sus sentidos se maravillaban de la hermosura de aquellos paraísos.

Sin embargo, en el momento que despertaba de aquellos sueños, se percataba de lo bajo que había llegado. Su mente le acosaba, le repetía una y otra vez que vivir de los sueños no es vivir... Sus ojos se nublaban, su boca se encogía y sus brazos acogían su desesperación. Allí quedaba: llorando hasta perder la última gota de agua sobrante de su cuerpo.

Ésa era la rutina diaria del loco: soñar y despertar, reír y callar.

Pero todo cambió en un instante: el médico tratante decide darlo de alta. Según él, está apto para entrar a la sociedad.

El crujir de la puerta no perturba el estado de gozo del soñador. Sus oídos no pueden penetrar en su pensamiento. Con sus alas vuela más y más alto.

Repentinamente, un grave voz le hace aterrizar. Le pide que le acompañe, que debe abandonar el recinto... que al fin quedaba libre.

El loco no entendía nada; ¿Para qué ser libre si su alma volaba por donde quisiese?

No sirve de nada luchar contra los médicos, pues la decisión está tomada. Es su destino. Es el curso normal de la vida. Debe salir.

Llega hasta la alcoba del edificio. Desprende sus alas y lentamente comienza a moverlas, confiando en su gran capacidad para volar...