El de las entradas

sábado, agosto 18, 2007

Estación Esperanza




Siempre le temí a esta noche oscura. Al fin logré escapar de los fantasmas que codiciaban gotas de esperanza, intentando drenar cada uno de mis sueños. ¡ Los hay en todas partes, pero aquí estoy...orgulloso y enhiesto!

No puedo negarte que estoy agotado. Maldigo el momento en que decidí abandonar la dulzura del pan de mi abuela, los abrazos alentadores de mis maestros, el alero del regazo de mi madre...¿¿¿Cómo pude hacerlo, cómo pude aplacar mi sonrisa por algo que ni siquiera estoy seguro de poder atesorar algún día???

No, el error ya se cometió. Ya no vale la pena recoger mis pasos, pues cada uno de ellos expiró junto al deseo de contemplar tu rostro...de ser una parte de tí...de construir una vida juntos.
Está bien, dejaré de lamentarme. La hora pasa. ¿No crees que es injusto que tu viaje sea tan fastuoso y aletargado, mientras el mío tortuoso y desesperado?

Mis manos se congelan. Espero que a tu llegada puedas prestarme un manto, ese con que escondiste tus bellos ojos que soñaron estar conmigo para siempre, ¿lo recuerdas? Por mientras, me haré amigo del frío y la soledad, pues sé que cuando tu luz alcance la estación cualquier flagelación se desvanecerá.

¿Falta mucho? La impaciencia carcome mi corazón. Cada vez me cuesta más respirar y ya no siento mis pies. Cuando pises esta tierra, me acompañarás a correr por las praderas que vi en el camino...¡son dignas de nuestra presencia!. Luego, pondré mi mano sobre la tuya y juntos encontraremos el camino a casa. Allí, todo abominio, todo sufrimiento se esfumará con el poder de nuestro amor...

Las horas parecen años y mi corazón dejó de latir. Mis pupilas tratan en vano de dibujar una luz en el horizonte. Mi cuerpo ya no responde; sin embargo mi alma no se deja vencer y sigue aguardando a un lado de la vía.
¿Pasó algo en la travesía, el tren se accidentó? Quizá el destino no permitió nuestro encuentro; su sabiduría designó que no soy digno de ti...
Pero confío en tu palabra, no me abandonarías así de fácil.

No lo harías...
No...jamás...

No importa. Ya nada importa. No dejaré de luchar contra la injusticia que empapa los podridos rieles que no poseen fin...
Y cuando un día desciendas de tu vagón, sentirás un brío que recorrerá todo tu ser, hasta encontrar la perfección que tanto anheló.

Ese....



Ese seré yo...