El de las entradas

sábado, diciembre 24, 2005

El amor propio: una barrera imposible de superar

La vida está fundada en apariencias. Estamos actuando constantemente frente al resto, poniéndonos caretas para esconder nuestras debilidades y sentirnos integrados a los grupos que nos rodean. Creamos ideales que nos unifican y mueven al mundo en función de falsas concepciones. Se hacen afirmaciones erróneas aceptadas por todos, estando concientes de su hipocresía, formando parte del siempre mencionado inconsciente colectivo.

Uno de los principales pensamientos que circundan por cada una de nuestras cabezas, corresponde a la siguiente afirmación: "No sólo se debe procurar de sí mismo, sino también de los demás". Pues os diré algo: ¡Qué frase más equivocada! Jamás pensamos en el resto. La única forma en que podamos considerar al otro, es en función de mantener el bien común para obtener un beneficio propio. En otras palabras, es imposible ayudar al otro "por amor al arte". Para mí, esto se hace por amor propio.

Algunos podrían decir que las personas, al vivir en comunidad, no pueden actuar para sí solas, pues siempre están dependiendo del entorno. Por supuesto que no puede ser de otra manera, pues somos seres gregarios por naturaleza. Establecemos nexos comunicacionales cada segundo y generamos relaciones estrechas entre nosotros, lo que hace ver al destinatario de nuestros mensajes como alguien a quien podemos afectar en forma directa.

Sin embargo, se ha pasado por alto el que todas estas relaciones se concretan para satisfacerse mutuamente. Desde que estamos en el vientre maternal, siempre utilizamos los recursos del entorno para subsistir. Somos entes que se nutren de elementos externos para sobrevivir, incluyendo –ciertamente- a los demás humanos. Es así como las relaciones parentales, amorosas, laborales, amistosas, etc. poseen un común denominador: contribuir a la estabilidad emocional de cada persona.

Como consecuencia de lo anterior, quiérase o no, la sociedad humana inevitablemente tiende a ser individualista. Sobre todo en estos días, en donde la competitividad entre nosotros es descarnada. Pareciera que obstaculizar el camino del compañero es la única forma de ascender dentro de esta jungla; tomar en cuenta al enemigo es un pecado mortal. Al momento en que alguien se nos interpone en nuestros intereses, instintivamente tendemos a enfrentarlo y desvalorizarlo.

Por otro lado, no se puede desconocer que todos nos agrupamos para lograr un objetivo común. Si no fuera así, no existiría el gobierno, las empresas, y –por sobre todo- la familia. Esto se lleva a cabo para alcanzar una meta colectiva, que reafirma los lazos de confianza entre los miembros del grupo y genera una colaboración mutua.

No obstante, desde mi punto de vista, estas asociaciones sólo se crean para reunir fuerzas que permitan lograr un propósito, pero como paso intermedio y obligado en el camino que cada uno desea seguir. Con esto quiero decir que las metas colectivas son creadas por conveniencia. Por ejemplo, nadie se atrevería a negar que los partidos políticos son agrupaciones en las cuales todos sus miembros aspiran al poder, estando conscientes de que sin el respaldo de la entidad no lo pueden alcanzar.

En consecuencia, quiero enfatizar que sólo establecemos metas propias, inventando las colectivas para facilitación de las personales. Es así como, en nuestro caso, la universidad es una institución en la que nos reunimos a educarnos y lograr el aprendizaje de un oficio. Obviamente, lo hacemos como parte de nuestras aspiraciones y no por el deseo de que nuestros compañeros también concreten el proceso. Es tan simple como que yo vengo a estudiar para "realizarme" y no para que el resto se consolide como profesional.

Así también, no se puede obviar el que podamos sentir compasión por las injusticias que vemos día a día. Como producto de esto, desarrollamos actos de caridad y somos generosos con quienes pensamos que están en una posición desfavorable frente a nosotros. Desarrollamos formas de poder contribuir a la sociedad y, al mismo tiempo, mejorarla. Por lo tanto, es bien visto el ayudar al prójimo, así como aportar –dentro de las posibilidades- a que el sistema funcione mejor.

Ahora, ¿lo hacemos realmente para que el resto se beneficie?. Lamento decir que no. Aunque cuesta reconocerlo, el único motivo por el cual cultivamos la solidaridad es para satisfacción propia; por el simple anhelo de sentirnos virtuosos y redimir nuestros malos actos. Es una falacia el afirmar de que podemos cooperar de manera desinteresada, porque siempre está latente el interés por el amor propio y la retribución que nos hará el destino.

Es así como podemos inferir de no podemos colocarnos en el lugar del resto, por el simple motivo que nos es imposible adentrar en la mente del otro para conocer sus pensamientos. Lo único que se puede lograr es procesar lo que comunica nuestro interlocutor y formar una idea vaga de sus concepciones mundanas, mas ésta se encuentra filtrada y no es del todo fidedigna. Por otra parte, todo lo que el hablante nos pueda entregar será procesado bajo nuestro punto de vista y sometido a juicio propio, por lo que ya pierde la subjetividad del otro, al mismo tiempo que pasa a formar parte de la nuestra.

En conclusión, hay que meditar dos veces antes de caer en el juego de "ponerse en el lugar de la gente". No existe probabilidad alguna de abandonar nuestras necesidades en pro de las del otro, así como de postergar las cosas que nos convienen por consideración al prójimo. Sé que puede sonar frío y cruel, pero creo que es peor ir en contra de los principios que tenemos como humanos. Lo más execrable es mentirse a sí mismo.

2 comentarios:

Nicole dijo...

amores propios se complementan

para mi la sociedad al fina les una colectividad de individualismos

Anónimo dijo...

eso que tu mencionas de "ayudar a otros por amor propio", yo lo llamo "inexistencia de los actos desinteresados". Como ves, concuerdo contigo... (ok, avancé en el escrito y vi que lo mencionabas... es que voy posteando por partes, no sé si se nota :$)
Si... individualismo... parte de nuestra naturaleza por muchos no asumida...

Si bien no podemos "ponernos en el lugar de la gente", podemos practicar un poco de empatía... aunque sea por los motivos que dices... para sentirnos bien y para lograr una convivencia estable...